Fundada en 1984, se ha establecido como un espacio de diálogo y reflexión de singular importancia en el escenario artístico internacional, cuyo propósito fundacional ha sido contribuir al mejor conocimiento y difusión de las artes visuales de Asia, África, Medio Oriente, América Latina y el Caribe, y de sus diásporas. Además, como parte de las dinámicas socioculturales contemporáneas incluye artistas de otras regiones.
La primera Bienal de La Habana se llevó a cabo en 1984 y fue dedicada únicamente a Latinoamérica y el Caribe, contó con la participación de 800 artistas de 22 países, y con la colaboración de numerosos historiadores y críticos de casi todo el continente. Tuvo carácter de concurso en los géneros de pintura, grabado, dibujo y fotografía.
Celebrada en 1986, luego de iniciado los primeros pasos en busca de una labor curatorial más amplia, extendió su alcance y contó con la presencia de artistas procedentes de África, Medio Oriente y Asia. Participaron 700 artistas de 56 países. El objetivo fundamental de esta edición fue posicionar el evento en el Tercer Mundo.
La tercera edición del certamen se decidió reajustar el carácter abierto que lo caracterizó en su etapa fundacional, instrumentándose, a partir de entonces, un criterio curatorial bajo premisas previamente definidas por el equipo organizador. Después de esta fecha los artistas de los diferentes países y zonas geográficas son expresamente seleccionados por los curadores del evento, en virtud de la orgánica articulación de su obra con la tesis que se trabaja en cada ocasión. Esta Bienal planteó como parte de su tesis las interrelaciones entre el llamado arte culto y el arte popular.
El evento funcionó como un espacio excepcional para la reflexión acerca del significado de la colonización y neocolonización, no solo de los contenidos de nuestras sociedades y culturas, sino también de los lenguajes e instrumentos manejados en la actualidad. Esta Bienal se realizó en el contexto de la polémica que generó la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América.
Esta edición tuvo la intención poner de manifiesto los estrechos vínculos existentes entre la producción artística y los conflictos contextuales, como cualidad consustancial a toda una zona del arte contemporáneo de nuestras regiones. Se trabajaron temas particulares como: el entorno físico y social; las diferentes expresiones de la marginalidad y las relaciones de poder en la esfera del arte; el fenómeno de las migraciones y los procesos interculturales; los conflictos del ser humano que habita en ¨la periferia de la postmodernidad¨; y las apropiaciones y entrecruzamientos culturales.
El evento mostró la obra de un considerable grupo de artistas que habían apelado a diversos registros de la memoria con el propósito de reafirmar su condición humana y social. La crisis de valores éticos y espirituales así como los conflictos existenciales, fueron reflejados en proyectos a través del sobredimensionamiento del cuerpo y del uso de objetos propios que asumen una connotación simbólica y que revelan un sentido de pertenencia o explican su capacidad de evocación.
Su propósito fue reflexionar sobre el impacto de los avances tecnológicos en el fenómeno de la comunicación en diferentes ámbitos, que sin duda alguna han generado nuevos comportamientos individuales y sociales, pues el propio sistema del arte se ha visto afectado por esta circunstancia, dado que han aparecido nuevos soportes para la circulación de las obras, así como para su comercialización. Esto ha influido en la relación del artista con el público, del artista con la comunidad, con la ciudad y ha replanteado la integración del arte al hábitat cotidiano.
Se realizaron intervenciones urbanas en varios sitios de la zona histórica de la capital y de su zona moderna mediante proyectos de gráfica mural y la realización de obras en espacios semi abandonados que permitieron la participación de miembros de la comunidad o el barrio donde se llevaron a cabo. También por primera vez se efectuó un Encuentro Internacional de Estudiantes de Arte en la Sede del Instituto Superior de Arte de La Habana.
La octava edición de la Bienal se convocó bajo el espíritu de El arte con la vida, para provocar reflexiones sobre la vida cotidiana, sus conflictos y bonanzas, los problemas y semblanzas de nuestras ciudades, el rol del arte en los territorios de coexistencia, en fin, las posibles relaciones entre arte y vida, incluyendo todas sus posibles fracturas.
En esta edición se pretendió llamar la atención sobre la cultura visual contemporánea, que le debe mucho a los componentes populares en el escenario urbano, la arquitectura y los elementos gráficos que producen una compleja trama de relaciones, coherentes en algunos casos, caótica en otros, pero sin dudas, imprescindible en el paisaje de la vida cotidiana. Se desarrollaron tópicos como: la implosión demográfica, tradiciones y economía informal, transformaciones urbanas operadas por inmobiliarias asociadas al turismo, la ciudad multicultural, urbanización acelerada, crecimiento descontrolado de las urbes, saturación publicitaria, pobreza y gentrificación, ruralización, y cultura culinaria e identidad. No faltaron las intervenciones urbanas en calles, paradas de buses, y en menor medida las de carácter interactivo como el proyecto itinerante Museo Peatonal.
Coincidiendo con los 25 años de fundación de la Bienal se lleva a cabo su décima edición, los curadores se propusieron indagar, a través del arte, cómo individuos y países periféricos y no periféricos vivencian el orden global, y sus efectos en la subjetividad, en la proyección cultural y social, en las economía y en las dinámicas urbanas.
En la oncena edición de la Bienal de La Habana, se planteó como principal interés reflexionar sobre las bases en que se constituyen las redes sociales y se convierten en espacio de socialización donde se comparte información y se generan contenidos. Era esencial propiciar los diálogos entre los de adentro y los de afuera, trabajar con el arte vivo e involucrar de forma permanente al espectador. El contexto cubano y los espacios públicos se convertirían en un laboratorio temporal de experimentación artística.
El evento aspiraba a instalarse en aquellos intersticios de la ciudad que facilitaran el trabajo sobre los presupuestos referidos. Estas ideas ampliaron las disímiles miradas sobre el papel y las funciones de la curaduría en los diversos escenarios, sobre lo pertinente o no de un tema que presidiera las dinámicas de las obra misma y el entorno en el que se produce o sobre la intervención que genera cada proceso creativo según el lugar y la situación para que fueron pensados.
La última edición de la Bienal de La Habana, realizada hasta la fecha, se propuso fomentar la interacción entre los artistas, curadores, expertos e institución en toda una variedad de procederes que aporten variantes de sostenibilidad, sin alejarse del carácter propositivo que toda obra o proyecto artístico representa. Aspiramos a que el arte señale nuevos caminos de razonamiento colectivo y que sus realizaciones ofrezcan, a partir de la confrontación de diferentes modelos creativos y de circulación, un mayor acercamiento entre públicos, localidades y niveles de experiencia. Junto a la idea de responder al presente, estas prácticas esbozarían posibles nociones de futuro que, al menos en el nivel poético o simbólico, se correspondan con algunas necesidades de transformación social.
Forzados por las incertidumbre provocadas por la pandemia, por primera vez, el evento abarcó un período de casi seis meses dividido en tres etapas que fueron denominadas Experiencias:
Experiencia 1: Preámbulo (Del 12 de noviembre al 5 de diciembre de 2021)
Experiencia 2: La Habana de la Bienal (Del 6 de diciembre al 24 de marzo de 2022)
Experiencia 3: Regreso al porvenir (Del 25 de marzo al 30 de abril de 2022)
Durante las cuales se fueron sumando acciones con la intención de poner de manifiesto el potencial emancipatorio del arte y la cultura y su capacidad para reflexionar sobre el presente y el futuro del planeta.
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